Nuestro peso influye en muchas cosas y puede afectar negativamente a nuestra salud. Sin embargo, pocas personas se dan cuenta de lo importante que es la linfa en este sentido. Este fluido corporal blanquecino que circula por el sistema linfático actúa como sistema de limpieza y defensa. La obesidad provoca inflamación en el tejido adiposo que rodea los vasos linfáticos. Esto ralentiza el flujo de la linfa y pone al organismo en grave peligro.
La acumulación de líquido en el espacio intersticial dificulta la eliminación de residuos. Esto puede dificultar, por ejemplo, el movimiento de una persona a largo plazo. Los síntomas suelen ser, por ejemplo, miembros hinchados, pero a menudo se trata de situaciones muy sutiles que sólo se notan más tarde.
En las personas obesas, el organismo retiene cantidades excesivas de líquidos celulares y extracelulares. Las personas con un IMC superior a 40 presentan un riesgo elevado, y hasta el 90% de las personas con un IMC superior a 60 tienen la certeza de desarrollar problemas. Por ello, se recomienda especialmente a las personas con mayor peso que practiquen ejercicios específicos también para la regeneración del sistema linfático.
Con la pérdida de peso, la linfa vuelve a la normalidad. Pero a menudo muy lentamente. Por lo tanto, aunque se consiga perder algo de peso, es conveniente seguir haciendo ejercicio, no para perder más peso, sino para poner el cuerpo en forma y hacer que la linfa vuelva a moverse.
Además del ejercicio tradicional, existen otros métodos para intentar que la linfa fluya. Uno de los más utilizados es el drenaje linfático manual. Se trata de una técnica de presión suave y movimientos rítmicos, esencialmente un masaje, que debería hacer fluir la linfa. En caso de complicaciones leves, su eficacia está demostrada, pero si los problemas son graves, el método suele tener un funcionamiento limitado.
Pero el uso de compresas también ayuda. Sin embargo, éstas deben utilizarse junto con el ejercicio. Muchas personas piensan que por sí solas ayudarán a que la linfa vuelva a moverse, pero lo cierto es que sin ejercicio regular esta esperanza es probablemente completamente inútil.
Dicho esto, incluso una gran pérdida de peso no significa necesariamente que vaya a poner tu linfa de nuevo en orden. Especialmente si ha estado dañada durante un largo periodo de tiempo, incluso después de perder peso hay que seguir haciendo ejercicio, acudir a revisiones médicas y, en algunos casos, incluso tomar medicamentos especiales.
Dedique suficiente tiempo a hacer ejercicio, cambie su dieta, procure no vivir bajo estrés y pruebe el masaje linfático. Si combina estas reglas, debería poder hacer frente al problema, pero sigue siendo una buena idea consultar a un especialista y vigilar el estado de su linfa.