El verano significa algo diferente para cada uno de nosotros: para algunos va demasiado deprisa, para otros va demasiado despacio, para otros hace un calor innecesario. Lo que es seguro, sin embargo, es que las temperaturas suben, las bacterias se multiplican y los estómagos se enfadan… Las vacaciones en sí prometen un merecido descanso, pero algo mucho menos poético acecha a la vuelta de la esquina: problemas intestinales repentinos, persistentes y poco elegantes.
Con ellos llegan recetas «garantizadas» de los tiempos en que los refrescos de cola eran la cura para casi todo. Pero mientras que algunos de los cuentos de viejas parecen inofensivos y casi no tienen impacto en nuestra salud, otros pueden prolongar -o incluso empeorar- los problemas de salud. En estos casos, no sólo es útil el sentido común, sino también estudios y recomendaciones que tienen una base algo más convincente que las burbujas de un vaso de refresco…
Aunque es un asunto muy desagradable, la diarrea estival es una dolencia bastante común incluso hoy en día. No es tan mortal como en el pasado, cuando decenas de miles de niños murieron de esta enfermedad vírica en Estados Unidos entre 1910 y 1930, pero sigue siendo un problema mundial que a menudo puede convertirse en una epidemia local.
Con el calor del verano, las bacterias causantes de la diarrea se multiplican mucho más deprisa: un ambiente cálido combinado con una higiene deficiente, una humedad elevada y alimentos de mala calidad o incluso contaminados es sencillamente ideal para ellas. Por ello, los problemas intestinales en los meses de verano se convierten en un problema común y en una complicación de la salud incluso para las personas sanas, no sólo en regiones exóticas, sino también aquí en nuestro país.
La diarrea no sólo es desagradable en sí misma, sino que uno de los mayores riesgos que conlleva es la pérdida de líquidos. La deshidratación priva al organismo de agua y minerales importantes más rápido de lo que solemos darnos cuenta, sobre todo en los meses bochornosos, cuando sudamos más de lo habitual.
Los síntomas más comunes son
Enel caso de los niños, los grupos de mayor riesgo en este sentido son:
En los niños en particular, así como en los ancianos y los enfermos crónicos, puede ser literalmente de vida o muerte: sus cuerpos no pueden combatir el déficit de agua con la misma eficacia que un adulto sano. Por lo tanto, es esencial la ingesta regular de líquidos, no sólo agua pura, sino también soluciones rehidratantes que repongan los electrolitos perdidos, como el sodio, el potasio y la glucosa.
¿Y qué es lo que definitivamente no ayuda? Las bebidas azucaradas, la cafeína y el alcohol: pueden empeorar la deshidratación.
Intentar sustituir los líquidos por refrescos de cola burbujeantes puede parecer inofensivo, pero no es la solución adecuada. Las investigaciones señalan que los refrescos de cola son muy bajos en electrolitos y demasiado altos en osmolalidad (demasiado azúcar, pocas sustancias beneficiosas), lo que paradójicamente favorece la pérdida de agua del organismo en lugar de su absorción.
Además, el alto contenido en azúcar y cafeína de este tipo de bebidas carbonatadas puede incluso empeorar los síntomas diarreicos. De hecho, no existe ninguna investigación científica que respalde la afirmación de que la Coca Cola es un remedio adecuado para la diarrea, por lo que se trata de un mito.
Cuando el cuerpo está luchando contra la diarrea, es importante ayudarlo, no empeorarlo. El consejo, garantizado y respaldado por años de experiencia, es:
La llamada solución de rehidratación -una mezcla de agua, sal y azúcar- es ideal para ayudar al organismo a absorber líquidos de forma más eficaz. Se puede comprar en la farmacia, pero también se puede preparar en casa en caso de emergencia.
Evita los productos lácteos y los alimentos fritos, grasos o difíciles de digerir. En su lugar, opta por galletas saladas, arroz, zanahorias hervidas o plátanos: tu cuerpo descansará un rato y la digestión se calmará.
Lavarse las manos con regularidad y a conciencia -especialmente después de ir al baño y antes de comer- es absolutamente esencial. Pero en verano también hay riesgo de infección por alimentos mal conservados o agua contaminada, así que también hay que prestar atención a la higiene de los alimentos, como lavar la fruta y la verdura, y cocinar la carne lo suficiente.
Si no está seguro de su salud siempre que algo le parezca mal, lo mejor es consultar a un profesional erudito. Es necesario acudir al médico si la diarrea dura más de 48 horas (o incluso menos en el caso de los niños), o si hay fiebre, sangre en las heces, dolor abdominal intenso o signos de deshidratación.
Puede que la diarrea estival no sea un tema del que hablar con entusiasmo, pero sin duda merece más atención que una botella de Coca-Cola demasiado azucarada. Cuanto antes le dé a su cuerpo los líquidos adecuados, descanso y una pizca de sentido común, antes podrá volver a la normalidad sin complicaciones.
Aunque los consejos de viejas tienen su encanto, no todos son científicamente válidos. Merece la pena saber lo que realmente funciona, sobre todo cuando el verano es especialmente generoso en problemas intestinales.